Comentario del Maestro Joao InLima sobre La Última Cena con cuy.
A continuación les dejo como decimos en el Cusco la “carnecita” del maestro Joao, que lo disfruten. (E:LUZA)
“…en su comentario anterior, expone unos límites que estaban perfectamente definidos en la iconografía religiosa del post concilio tridentino. En la interpretación de esas pinturas con supuesta presencia del cuy hay una descontextualización histórica y teológica, en la que los postulantes de la misma parecen colocar sus deseos e intenciones como si también fueran los del pintor en el siglo XVII. Primero, porque en la cena pascual no hay otro plato que el principal y ese es el cordero. Sin cordero no es Cena Pascual. Punto. Peces y frutas -que aparecen a veces en los cuadros- son naturalezas muertas complementarias, decorativas, pero que no forman parte del ritual, simplemente adornan la mesa o aportan una simbología críptica referida a pasajes evangélicos, como la multiplicación de los panes y peces o a la abundancia de los bienes del Reino. Segundo, porque en el siglo XVII en la zona cuzqueña ya había ovejas y corderos en los que inspirarse. Sin embargo para la tradición ibérica, Portugal incluido, el cordero, lechazo o «anho» (en portugués) sacrificado en la Pascua, siempre fue un lechal, de cabra u oveja, que no hubiera comido aún hierbas, de pequeño tamaño. Tradición que se sigue manteniendo hoy en zonas de la alta Castilla y el norte portugués, donde las familias los consumen el Domingo de Pascua, en el almuerzo. Los corderos que aparecen en las Ultimas Cenas de esa época – y aún anteriores – en iconografías europeas también son minúsculos en muchas de las pinturas y representaciones. Y aquí a nadie se le ocurre decir que sean conejos o liebres. Tercero, porque la censura eclesiástica en esas fechas era rigurosa, y la catedral de Cusco, sufragánea inicialmente de la de Sevilla, no era excepción y un cuy en vez de un cordero no se dejaba pasar en aquellos tiempos. Salvo que los visitadores diocesanos, que en su mayoría eran formados en derecho canónico y/o teología, fueran realmente ciegos. El caso que comentamos de la teoría del cuy andino, me sugiere pensar que la intencionalidad imaginativa y el egocentrismo cultural pesan demasiado para que surja, de manera poco rigurosa una interpretación subjetiva, interesada, cargada de subliminal revisionismo histórico y se va difundiendo una tesis no fundamentada que el turista poco formado consume irreflexivamente. Los más llamativo de todo esto es que a nadie le ha dado por decir que sea una cría lechal de guanaco o alpaca. Interpretación que, por similitudes obvias, tendría muchísimo más peso en el análisis del contexto geo-antropológico y que sería perfectamente lógica si entendida como fuente de inspiración plástica para el artista. Pero eso, al ser extrapolable culturalmente a otras zonas más meridionales del continente, no parece interesar mucho a los propagadores de esta opinión/teoría, porque claramente difuminaría la centralidad geográfica del mito y la supuesta transgresión política, canónica y social que lo alimenta. Sin ese punto de rebeldía, perdería todo su encanto romanticista y su previsible razón de ser” (sic).
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